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Correcciones y Castigos

Sin correcciones y castigos convivimos mejor

Uno de los principales aspectos que defendemos en la convivencia entre perros/gatos y personas es encontrar una relación basada en la confianza, tranquila, con comunicación bilateral, sin miedo. Hemos escogido compartir nuestra vida con ellos, ellos hacen un grandísimo esfuerzo por adaptarse al espacio y entorno donde viven, a las compañías humanas o de otros animales que les imponemos a las rutinas que escogemos. Lo mínimo que podemos hacer por ellos en enseñarles todo esto, todos los límites y reglas que nos rodean de una manera amable, de una forma que entiendan sin estropear el vínculo, con métodos sensibles y adaptados a las necesidades y etapas de desarrollo de cada individuo.

Por eso creemos que las correcciones y castigos deben estar desterrados de la educación, de la convivencia. La idea de no castigar nunca al perro o animal con el que convivamos, tiene 2 argumentos principales.

Por un lado lo poco práctico que es. Si, es cierto, pararemos el comportamiento molesto/incorrecto, la acción indeseada no ocurrirá, en ese momento. Pero la intención perdurará y se llevará a cabo en otro momento, tal vez con peores consecuencias, con mayor intensidad. Si encima castigamos una vez ocurrido lo indeseado, dejará hasta de tener ese pequeño componente «práctico».

Por otro lado la cuestión ética. Un castigo, para que cumpla su función, tiene que asustar o incomodar. Es decir, inflige miedo y/o dolor. Ambas sensaciones deberían estar fuera de toda relación productiva, deseada. En las relaciones, y más si están basadas en la convivencia, ninguna de las partes debería dejar de hacer algo por miedo a las consecuencias.

No nos olvidemos que el miedo no sólo se genera con castigos físicos, dependerá del individuo que lo sufre, y no del que lo genera, categorizar la acción como castigo. Desde un «no» hasta una mirada, un silencio una postura, pueden generar miedo en otro individuo.

Reflexionemos acerca de la relación que tenemos con nuestros compañeros, acerca de si queremos ser nosotros una fuente de miedo/dolor, recordemos que el miedo genera desconfianza, nerviosismo, incomodidad… todo aquello que nos hace infelices.

O si por el contrario preferimos ser previsores, proactivos, conocedores de lo que es natural para ellos y fomentar una relación basada en la confianza, en la seguridad, en la tranquilidad y en el trato amable y respetuoso.

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